por Lorenzo Peña
Recuerda Fink (p. 178) que las ideas de Nietzsche en el terreno axiológico vienen expuestas, principalmente, en sus obras Más allá del bien y del mal, La genealogía de la moral, El ocaso de los ídolos, El Anticristo y Ecce Homo, pertenecientes sobre todo a sus años maduros. Ahí (pp. 180-181) «fulmina Nietzsche [al cristianismo] con una ardiente elocuencia llena de odio». Ve en éste, igual que en el budismo, religiones de los dolientes, de los débiles, plasmaciones de la moral de los esclavos (pp. 182-183): «ésta se halla impregnada por el instinto de venganza contra la vida superior; quiere igualar todas las cosas; censura la excepción como algo contrario a la moral; glorifica lo que hace soportable la vida a los pobres, a los enfermos y a los débiles de espíritu: la gran hermandad de todos los hombres, el amor al prójimo, la apacibilidad». «[L]a moral noble es creadora, implantadora de valores; en cambio, la moral de esclavos encuentra los valores ante sí». El cristianismo es la rebelión de los esclavos orientales contra sus señores occidentales; es el espíritu de Oriente, de los miserables, de los de abajo.
Amplía así tales ideas (p. 186): «La distinción entre moral de señores y moral de esclavos existe desde tiempos inmemoriales. [...] Los señores, los nobles, los fuertes, los ricos de vida, la élite, los guerreros, la aristocracia [...] [tienen] la valoración propia del superhombre». La esclavitud del esclavo es anemia, pobreza de instintos, falta de fuerzas y de savia. Por eso es esclavo; porque merece serlo.
Para Nietzsche (p. 189) el cristianismo hereda de la religión mosaica una inversión de los valores, según la cual «los únicos buenos son los miserables, los pobres, los impotentes, los inferiores, los que sufren, los abstinentes, los enfermos, los deformes»; trátase de un «movimiento radicalmente plebeyo» de resentimiento, que invoca la condición de «los bajos e injuriados, de los despreciables, miserables y agobiados y de aquellos que tienen un corazón infantil y puro», exaltando la mansedumbre y la dulzura, disfraces del genio del odio, de la inteligencia rencorosa (p. 197). Por eso añade: «Yo llamo al cristianismo la única gran maldición, la única gran corrupción interior, el único gran instinto de venganza, para combatir el cual ningún medio es bastante venenoso, oculto, subterráneo, pequeño». El cristianismo es platonismo para el pueblo.
He releído este libro en 2011 junto con el de Enrique Lichtenberger, La filosofía de Nietzsche (Madrid: Daniel Jorro, 1910, trad. J. Elías Matheu) que me acercó a Nietzsche en mi mocedad (o, mejor dicho, me alejó de él definitivamente), encontrando la misma lectura de los textos del pensador germánico.
Cito algunos párrafos (pp. 141ss): «El segundo de los grandes tipos de moral, la moral del esclavo, del débil, del vencido es enteramente distinta. Si el sentimiento que domina en los dueños es el orgullo, la alegría de vivir, el débil, al contrario, tendrá una tendencia pesimista a desconfiar de la vida[...] Atentos y deferentes entre sí, olvidan los dueños toda ley en cuanto se encuentran frente al extraño. Se indemnizan en él de la coacción que se imponen en sus relaciones con sus iguales. Contra el extraño todo está permitido -- la violencia, el asesinato, el tormento, la tortura; contra él los nobles se convierten en fieras soberbias y atroces; y vuelven de sus sangrientas cabalgatas, alegres, tranquila la conciencia, persuadidos de haber realizado gloriosas hazañas, dignas de ser cantadas por los poetas. Igualmente son para sus víctimas monstruos odiosos y terribles. La audacia de las razas nobles, loca, absurda, súbita en sus manifestaciones, lo inesperado, lo inverosímil de sus empresas ... su indiferencia y su desprecio para la seguridad, la vida, el bienestar, su espantosa serenidad de ánimo, su alegría profunda en la destrucción, la victoria y la crueldad -- todo se resume para las víctimas de sus empresas en la imagen del bárbaro, del enemigo perverso, del godo o del vándalo por ejemplo. [...] [Para el débil el bien] comprenderá todas esas virtudes despreciadas por los amos que hacen menos dura la existencia a los oprimidos, a los que sufren: la piedad, la dulzura, la paciencia, el ingenio, la humildad, la benevolencia; el `bueno', que era el guerrero terrible y fuerte en la moral de los amos, es, en la de los esclavos, el hombre pacífico y apacible [...]»
«Su misión [la de quien profesa esa moral de los esclavos] consiste, en primer lugar, en defender el rebaño de los débiles contra los fuertes. En este concepto será enemigo declarado de los amos; contra ellos debe usar sin escrúpulo de todos los medios, en particular de las armas de los débiles: la astucia y la mentira; [...] maneja diestramente el resentimiento, [...] previene catástrofes disciplinando a la multitud de los degenerados»; una plasmación de lo cual es el (pseudo)valor de «la buena muerte, la muerte que aleja de todo sufrimiento, asilo de paz, refugio inviolable de todos los desgraciados» (p. 147).
«Lo que llama Nietzsche `la rebelión de los esclavos' en moral [...] [subvierte] la ecuación de los valores aristocráticos (bueno=noble=poderoso=bello=feliz=querido de los dioses)», reprochándoles ser «crueles, sensuales, insaciables» y profetizándoles ser eternamente desgraciados, malditos, réprobos.
Para Nietzsche esa moral cristiana de los esclavos se ha plasmado, en su tiempo, en el socialismo, la nueva religión de la piedad (p. 163) «que contraría la acción normal de la ley de selección que tiende a hacer desaparecer los seres mal conformados» (p. 163), protegiendo así la existencia de los degenerados.
No me cabe duda de que esos ideas de Nietzsche influirán decisivamente en España en autores como José Ortega y Gasset (La España invertebrada, La rebelión de las masas) y Agustín de Foxá (Madrid de corte a checa).
Lo que todavía hoy me sigue sorprendiendo es la recepción positiva de Nietzsche en ciertos círculos acreditados como «de izquierda» (una razón más para desconfiar de esa huera clasificación). No me refiero sólo a Jack London y a José Carlos Mariátegui, sino a una pléyade de jóvenes o ex-jóvenes que, descontentos con las visiones del mundo imperantes, han esgrimido, como supuesta arma de emancipación ideológica, las ideas de Friedrich Nietzsche, cual lo hiciera Mussolini en su etapa socialista.
Las explicaciones quedarán para otra ocasión. Ahora voy a reproducir lo que escribía yo en una memoria académica de 1985.
PROGRAMA DE LA ASIGNATURA
«TEOLOGíA FILOSOFICA (TEODICEA)»